Editorial: Habib Merheg Marún
Por un lado, tenemos unas elecciones que, por primera vez en la historia de nuestro país, prohíbe rotundamente y amenaza con cárcel a todos los candidatos que tengan condenas o sanciones con la justicia, dejando por fuera a más de 600 aspirantes por fuera.
Siendo así las cosas y entendiendo que muchos de ellos pertenecen a los partidos más reconocidos de la política colombiana, surge entonces una oportunidad para aquellos que, no teniendo el apoyo de la maquinaria, explotan todo tipo de creatividad, para conquistar a los votantes.
En la costa atlántica un candidato no ahorra esfuerzos para declararse marica, y lanza una publicidad, que lejos de presentar una propuesta política, se ufana de su condición sexual, para impactar a los votantes con un mensaje poco efectivo, pero impactante.
La candidata que ofrece condones y sus creativos elaboran un acróstico a la palabra generando otro tipo de golpe publicitario que, en un lenguaje poco creíble, logra convertirse en publicidad viral en las redes.
¿Prevalecen entonces las propuestas de publicidad sobre el programa de gobierno que ofrecen los aspirantes? ¿Hemos retornado a la elección de un humilde embolador como escarmiento a una sociedad políticamente corrupta?
Es importante definir a consciencia las necesidades del país, en especial cuando estamos atravesando por uno de los periodos de corrupción más desgarradores de nuestra historia. No podemos darnos el lujo de jugar con el destino la nación, de nuestro hijos y nietos, es importante escuchar las propuestas, ponerle sentido común a los discursos y no dejarnos meter gato por liebre. Somos responsables del cambio que debemos generar y esta nueva oportunidad de generar cambios, no debe estar afectada por memes divertidos o campañas folclóricas que nos recuerda la historia de un embolador que nunca representó una oportunidad real para las clases menos favorecidas. Zapatero a tus zapatos.
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