Opinión: Mauricio Guzmán Cuevas
Le sobran razones a la gente para evitar contacto con los bancos. Sin importar el tipo de diligencia que se vaya a realizar, se encuentra uno con personajes que creen que somos los clientes los que trabajamos para ellos.
Fui el lunes a pagar la cuota de un crédito y jamás pensé que eso iba a ser motivo de agresión u ofensa para los funcionarios. Cómo no sabía a qué ventanilla debía acudir me acerqué a preguntar en una cualquiera y como no tenía papelito que me habilitara el turno fui rechazado y enviado a preguntarle a la máquina de los turnos. Con trabajo logré ubicar la ventanilla apropiada y quedé en turno 32 E. Eso significó que 1 hora y media después me atendieran. Todo para decirme que allí no era el pago y que debía volver a pedir turno para otra ventanilla. En fin, 2 horas y media duró mi diligencia en el banco.
En el entretanto mientras esperaba pacientemente, pude observar actitudes de gran indolencia. Unos empleados que por su contacto con el dinero se contagian de ese poder efímero que significa tener unos pesos en la mano así no me pertenezcan. Que frágil es la condición humana cuando es tocada por la plata. La convertimos en un altar ante el cual muchos se inclinan o terminamos siendo esclavos de ella.
Pero lo más detestable es que queriendo devolver un dinero prestado con intereses en favor de los bancos, nos quieran hacer creer que somos nosotros sus súbditos.
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