Opinión: Kico Becerra
Nuestro flamante embajador en la OEA, monseñor Ordóñez, conocido homofóbico, fanático religioso e incinerador de libros, en nombre de Colombia, acusa a los venezolanos de que están pidiendo limosna en todos los semáforos de ser enviados por Maduro, para irrigar el comunismo. Imbecilidad que no la puede decir sino un perturbado mental, obsesionado con los fantasmas del socialismo y por el diablo de su conciencia, que lo lleva a contrariar la esencia de la caridad caridad Cristiana que dice defender.
El Presidente Duque y el Canciller Trujillo salen a desmentirlo y a decir lo que todos sabemos, que esos hombres, con sus familias, huyeron del régimen del bárbaro Maduro y lo que hacen es lo contrario, desacreditar ese absurdo sistema de gobierno.
Esto nos devuelve al tema del talante. Si el ostrogodo de Ordóñez tuviera algo de honor, debería haber renunciado, después de lo dicho por sus superiores y, si el Presidente fuera Carlos Lleras, Virgilio Barco o el propio Uribe, hubieran destituido de inmediato al mentecato Embajador.
Aquí es donde se mide la autoridad y se demuestra eso «del que la hace la paga”; desafortunadamente el actual gobierno sigue mostrándose débil y pésimamente asesorado.
Ñapa: El canciller Holmes Trujillo perdió una excelente oportunidad de demostrar que no es un burócrata profesional, al no exigir la renuncia del Embajador o renunciar él. Se hubiera convertido en fijo candidato a suceder a Duque; pero, sigue siendo muy gelatinoso.