Otra vez he sido víctima del Covid-19, esta vez no me perjudicó los pulmones, me jodió parte del rostro o cara que llaman.
El miedo al contagio, inevitable, aunque estemos bien vacunados y, como en mi caso, haya gastado cerca de tres millones en las pruebas nasales y el desgaste de material de 3 pijamas y una levantadora de toalla, por los días de aislamiento voluntario, por haber saludado a un contagiado, llegó al éxtasis esta mañana.
Por pánico colectivo me prohibieron ir al peluquero; según todos los sabiondos y especialmente las sabiondas del tema, ahí está la mata del contagio. Pobres peluquerías, las quebraron y de paso perdimos esos formidables momentos para oír bochinches frescos; ahora peor, por la cacofonía de ómicron y maricón; ese maricón sí que es contagioso, se oye por ahí.
Al verme tan mechudo y la prohibición de peluquería, decidí usar una máquina último modelo de barbería que me trajeron los reyes. Debió ser el erótico Melchor al que se le ocurrió darle a un calvo ese regalo (erótico por aquello de bájame el short); estando en esos preparativos fui visto por la bien casada y ahí fue troya.
«Guardá eso, ya traigo la tijera». Eso ya produce pánico en todo marido, en mi caso fue terror lo que sentí. Mi cónyuge, supérstite aún después de lo que contaré, está convaleciente de una operación de implante de hombro y brazo.
En minutos me vi sentado con sábana al pecho y la convaleciente tijera en mano. Como asistente, la hija de una vecina, una gordita de 7 años, quien pasaba la tijera y la peineta; «mirá hasta dónde alzo el brazo», me dijo varias veces. Yo solo veía las putas tijeras afiladas en mi cabeza alopécica.
Todo iba bien hasta que la bella gordita, asistente de barbería, se confundió y pasó las tijeras en lugar del peine y se oyó un grito espantoso y un borbotón de sangre.
Resumen: Tres puntos en la oreja; un regaño por alharaquero, ya que las orejas sangran mucho por nada y lo más importante: aplausos a la convaleciente de la operación por sus adelantos en sus movimientos de la mano y el brazo.
!Que viva la vida Covid-matrimonial madura!
Ñapa: Los nombres, hechos y circunstancias son producto de la imaginación; cualquier parecido a la realidad es pura casualidad.
Ñapita: No me cobraron por los puntos de las orejas; la médica era casada.