Opinión: Iván Cancino
El asunto del congresista Antanas Mockus era como una carambola de bola a bola: suscribió contratos con el Estado en un momento en el que, dadas sus aspiraciones al Senado en las elecciones de marzo de 2018, no lo podía hacer.
Así lo entendió el Consejo de Estado, que el jueves anuló su elección. Entonces fue Troya. Muchos verdes, menos Mockus, salieron enloquecidos a hablar de persecución y de un poco de argumentos que nada tienen que ver con este debate: pues nadie está por encima de la ley.
Y eso lo tiene claro el respetado profesor Mockus, quien dijo que acataba el fallo del contencioso administrativo. Advirtió, sin embargo, que acudirá a las instancias judiciales que eventualmente le permitan recuperar su escaño en el Parlamento. Pero, ¿cuáles instancias? Tal vez una tutela, pero recuérdese que esta no opera –al menos en el papel– contra sentencias judiciales.
Ahora bien: ¿qué puede pasar con el Partido Alianza Verde tras la caída de su máximo elector? Menudo problema. Mockus obtuvo 541.783 sufragios de los 1’317.429 que los verdes consiguieron en los comicios de hace poco más de un año. Es decir, el exalcalde de Bogotá sacó un poco más del 41% de los votos verdes.
Esas papeletas fueron definitivas para que esa colectividad consiguiera nueve senadores. Si esos votos ya no existen –los de Mockus–, lo más lógico es que varias de esas curules empiecen a tambalear. Si por ejemplo se cayeran los casi 900.000 votos que obtuvo Uribe para el Senado, entonces algo así como la mitad de las curules del Centro Democrático se vendrían abajo como un castillo de naipes. Es un tema de matemática elemental. ¿O no?
Mockus, el hombre que sin duda ha impuesto un estilo diferente a la hora de hacer política en Colombia, es una víctima más de Juan Manuel Santos y su “proceso de paz”.
Desesperado para que sus conversaciones con los terroristas de las Farc tuvieran más y más simpatizantes, Santos llegó a Mockus con unos contratos que en realidad tenían un fin: apoyar los diálogos entre su gobierno y los de ‘Timochenko’.
Y entonces, ¿qué mejor para conseguir ese objetivo que contar con un hombre de la significación de Mockus? Mockus es un hombre de una austeridad impresionante. Me cuentan que, para él, el dinero no es una meta fundamental en su vida. Me dicen que él es de los que piensan que a los hijos solo se les debe heredar educación.
Pero Mockus no entendió que Santos lo estaba utilizando y cayó en una trampa. Ahora, creo yo, se va del Congreso con la frente en alto. No hay mal que por bien no venga: quizás ahora al profesor le quede más tiempo para dedicarle a su salud. Ojalá así sea porque el país lo necesita.
P.D.: Qué rápido se acabó la luna de miel entre los presidentes Iván Duque y Donald Trump. Las dos tarjetas amarillas que el inquilino de la Casa Blanca le ha sacado a nuestro mandatario por el crecimiento de los cultivos ilícitos, el aumento de cocaína made in Colombia en las calles de Estados Unidos y el envío de peligrosos delincuentes al país del norte (afirmación que, entre otras cosas, es infame por parte de Trump), no son temas que tengan mucha relación con la economía naranja. Y eso que Colombia es el principal aliado de Washington en la región. ¿Será que ya tenemos Nazareno para esta Semana Santa?