El presidente de la república Gustavo Petro dijo ayer durante la ceremonia de lanzamiento del nuevo modelo de operaciones de la policía, que “todo policía de barrio sabe dónde queda la olla (…) lo que pasa es que la olla compra al policía”.
Más allá de la imprudencia de decirlo en un lugar repleto, precisamente, de policías, la verdad es que en el caso de los lugares donde se expenden alucinógenos resulta difícil contradecir al presidente. En cada ciudad y casi en cada barrio, los ciudadanos, mínimo, sospechan en qué lugares de su zona venden droga. Y si lo saben las personas comunes y corrientes, ¿no lo saben las autoridades?
Las reacciones de rechazo a lo afirmado por el presidente, demuestran la existencia de un fenómeno nacional que bien podría ser materia de estudio por sicólogos y sociólogos pues en las mismas se pretende negar un hecho que está a la vista de todos: ollas de vicio frente a las cuales la policía no actúa.
Lo de que los policías son comprados por las ollas, es otro asunto que habría que demostrar. Pero que las ollas existen y los ciudadanos lo saben y la policía también, no admite discusión.
Ante las rechiflas del auditorio en el cual Petro habló, éste les respondió: “esto lo sabe no solo el que chifla, sino cualquiera de los que estamos aquí presentes”.