Que somos un país violento nadie lo duda. Que en los últimos días la sensación de serlo ha subido, tampoco. La aparición de cadáveres embolsados en ciudades como Bogotá y Medellín y el reporte de los medios de muchos sectores del país, pareciera decir que la espiral de violencia fuera en aumento.
Habrá que esperar las mediciones comparativas de los organismos encargados de hacer ese tipo de cuentas para saber si respecto a años anteriores o a meses anteriores, nos estamos matando más, nos matamos igual o, de pronto, nos matamos menos.
El papel de los medios es fundamental en esta sensación de tener muertos, muertos y más muertos. Y no simples crímenes, no. Asesinatos sacados de una mala película como el linchamiento del grupo de presuntos asesinos de una familia completa en Landázuri, Santander o el del taxista de Itagüí en Antioquia que decidió acribillar a un presunto fletero luego de lo cual se montó en su taxi, lo estacionó donde siempre y se fue para su casa donde lo capturaron.
Los últimos tres encontrados Ciudad Bolívar y Soacha más la información que el muy tradicional barrio Chapinero tenía “casas de pique”, son noticias que suenan más porque suceden en la capital, pero una revisión de lo que pasa en el resto del país permite concluir que los muertos se dan por igual en todas las zonas.
¿Pasa algo extraordinario? ¿Estamos frente a una nueva ola de asesinatos? ¿Son las mismas cifras de siempre pero se ven magnificadas gracias a los medios? Habrá que esperar que los que hacen la ingrata medición nos digan sus cifras para saber si empeoramos. Por el momento, esa sensación de matanza ya empieza a ser aprovechada por la oposición al nuevo gobierno.