Salir a los medios, como lo hizo el presidente Duque y decir con muy buenas intenciones, que el gobierno está listo para enfrentar el coronavirus, es sólo un acto irresponsable, que para quienes nos tomamos la tarea de investigar un poco más, acerca de las medidas que se deben contemplar para afrontar una pandemia, sabemos que sólo se trata de otra promesa política, no distinta a las que escuchamos en campañas electorales.
¿Cómo se afronta una pandemia
desde la perspectiva de gobierno?
Hay que conocer al enemigo. El coronavirus es un virus creado en laboratorio que hasta ahora se desconoce si tiene o no, capacidad de mutar, o sea de evolucionar como el H1N1. De ser así podría tratarse de un virus mucho más letal del que conocemos hoy.
Sabemos ya, que se transmite de manera rápida por medio del contacto físico y la cercanía entre las personas, pero nuestra desventaja está en que el tiempo de incubación puede tardar hasta 15 días, lo cual lo convierte en una bomba de tiempo, pues durante este periodo, un infectado podría infectar a otros y esos otros a otro tantos, convirtiéndose en una ecuación matemática que genera miles de contagiados en cuestión de una semana.
En los países desarrollados, los gobiernos tienen partidas de reserva o ahorros para emergencias, que les permite disponer de esos recursos para solventar parte del problema, asistiendo a sus ciudadanos con los productos básicos y servicios necesarios para mantener a la población en sus casas, esperando de esta manera que el contagio sea controlado gradualmente, como lo hizo China con la población de Wuhan.
Pero si un gobierno no está preparado de verdad (no sólo porque el presidente sale a decir en la televisión que sí lo está), las consecuencias para un país, pueden ser desastrosas.
Al cerrar las fronteras, el primer impacto estará en la economía, no sólo afectada por el no ingreso de turistas, sino por las restricciones de importaciones de productos.
El cierre de fronteras trae como consecuencia que el pánico entre la población se haga más pluralizado y evidente, lo cual llevará en algún momento del proceso, a que las personas se lancen a los supermercados a comprar grandes cantidades de alimentos, presagiando una temporada de escasez que aún no existe, pero que se genera en un sólo día, producto de la conducta de temor que vive la población.
Al llegar a este punto, el estado de emergencia nacional obliga al gobierno a invadir las calles con fuerza armada y declarar toque de queda para la población y con esta medida, la población considera enemigo al gobierno y se enfrenta a una confrontación civil que dejara, en el transcurso de los siguientes días, centenares de muertes, cifras aún mayores a las que podría ocasionar el virus.
La conducta del ser humano es
impredecible ante el riesgo de
morir por un virus letal, todos
en su individualidad buscarán la
forma de sobrevivir, sin importar
las medidas que asuma el Estado.
Sólo recordemos que por el enfrentamiento de dos equipos de fútbol de la liga colombiana, un centenar de personas salen a las calles armadas y dispuestas a matar o morir en su fanático amor por su equipo. Ahora sólo traten de imaginar lo que harían si se tratase de conseguir alimentos, agua o las necesidades básicas para su familia. Estaríamos rodeados de anarquía.
El problema del coronavirus no se va a resolver en una semana o dos, es claro que este estado de alerta mundial podría llegar a durar un par de meses o incluso hasta fin de año. Por ello los gobiernos intentan definir cuál será la estrategia que requieren para mantener la calma y suplir las necesidades de sus pueblos.
Cierre de fronteras, cierre de centros educativos, cancelar todo tipo de aglomeración de personas, incluso permitir que aquellos que puedan trabajar desde sus casas lo hagan para evitar al máximo la posibilidad de contagio, son apenas algunas de las medidas preventivas, pero las medidas de abastecimiento, atención médica y asistencia del Estado a los menos favorecidos, generan gastos que deberán ser controlados con sensatez, moderación y transparencia si en verdad queremos afrontar la crisis como una nación responsable.
Tener informada a la población, de manera sincera, racional y con medidas verdaderas son la mejor estrategia para hacer entender a la sociedad que se necesita de su cooperación para lograr un objetivo común y de beneficio para todos. Una sociedad que no esté correctamente informada, es víctima de la desinformación y de mentes criminales que pueden generar pánico y caos, obligando al Estado a reaccionar de igual manera que si afrontara una guerra civil.
Cordura, ante todo y esperemos que el gobierno Duque hable con honestidad a los colombianos.