Por: Jaime Orejarena García
Nosotros, los rodolfistas de toda la vida, hoy estamos a un paso del poder con nuestro candidato, hombre enérgico, auténtico, agresivo y que dice las cosas como son, aunque muchas veces diga güevonadas (sí, güevonadas, porque nosotros hablamos claro y sin adornos, como nuestro líder).
Nosotros los rodolfistas somos gente a la que no nos tiembla la mano si toca darle un tiro a cualquiera. Nuestro máximo líder de quien emana toda esa valentía es de Santander y allá somos muy bravos y mantenemos arrechos. Aunque son más arrechas y más bravas nuestras mujeres. La estampa de la madre de nuestro candidato que adorna todos nuestros altares es una muestra fehaciente: sentadita en su comedor con ese 38 largo y esa sonrisa amorosa refleja gran parte de nuestras virtudes.
Nosotros, los rodolfistas, somos innovadores por naturaleza, aunque a veces nuestro líder parezca copiar el discurso del presidente eterno cuando quería ser presidente la primera vez. Como cuando dice que hay que vender las camionetas al servicio del estado. ¡Y hay que venderlas! Ya veremos en qué se movilizan los funcionarios. Al fin y al cabo, esos vagos, sinvergüenzas y mantenidos no hacen nada y se pueden quedar en la casa.
Para nosotros, los rodolfistas, las visitas son muy importantes. Tanto, que las grabamos a escondidas, pero no con los fines maquiavélicos que nuestros malquerientes nos endilgan, no. Es para repasar luego la reunión. Que queden grabadas expresiones desobligantes de nuestro líder hacia los Galán, por ejemplo, y recibirlos en la campaña actual solo es muestra de grandeza, de magnanimidad. ¡Rodolfismo puro!
El poder de conversión surgido en nosotros los rodolfistas, solo es superado por aquellos que hace casi dos mil años fueron seducidos por la palabra del mas famoso crucificado de la historia. Con una diferencia sustancial: mientras él hablaba de amor al prójimo, a nosotros nos congrega una bronquita con el rival y todo lo que al mismo huela. Convertidos fueron nuestros hoy rodolfistas conservadores, liberales, verdes, amarillos. Todos defendiendo nuestros ideales con tal de no tener que sufrir los del otro. “¡Eso es una dicha!” como dijo nuestro candidato cuando exponía extasiado cómo los intereses pagados durante 15 años por “un hombrecito” era el origen de su fortuna. ¡Pura santidad!
Nosotros, los rodolfistas estamos listos a mandar este país por el abismo de la derecha que es al fin y al cabo el que conocemos. Y por la simple y respetable razón que el abismo de la izquierda nos parece muy feo.