El número de hogares colombianos con mascotas se ha incrementado de forma astronómica en los últimos años y el bienestar de gatos, perros y aves se convirtió en asunto primordial al punto de no faltar los excesos y tratarlos como si fuesen humanos en lo que se ha llamado la “humanización de las mascotas”.
Pero más allá de los excesos, lo cierto es que en diciembre casi todas padecen la insufrible tortura de la pólvora, los estallidos de voladores y papeletas o el insoportable tronar de las llamadas “culebras”: una infinita cadena de explosiones que finalizan con un estruendo demencial.
Casi sin excepción, perros, gatos y aves –y, por ende, sus dueños-, ven en las fiestas navideñas un martirio sin solución. Los perros huyen al lugar más escondido de la casa o buscan el abrigo de sus dueños de forma insistente, los gatos se escabullen y las aves parecen poseídas.
Lo peor es que no hay una fórmula universal de solución, es decir, cada mascota amerita un cuidado particular que le permita superar el trance decembrino. A algunas les basta apegarse a su dueño, a otras, esconderse bajo las camas o el clóset. Incluso hay dueños que les suministran tranquilizantes.
La mala noticia es que, a pesar de estar dizque prohibida, la pólvora detonante corriente que es la que más se vende, seguirá sonando cada año mientras en Colombia se siga confundiendo celebración con ruido, fiesta con borrachera y jolgorio con pelea.