La restricción en la circulación por el número de la matrícula llamada por todos “pico y placa” es una estrategia nacida de la necesidad de descongestionar las vías de las grandes ciudades y a cada alcalde le corresponde definir qué hacer. El asunto es que, casi sin excepción, se toman decisiones basadas en la transpiración, en la inspiración, en la inexperiencia, en la calentura de la urgencia y sin ensayar modelos que permitan evaluar cuál es la restricción que se requiere.
El pico y placa es una medida que ataca la fiebre, pero no trata su causa. Y llegado su momento, nuestros “médicos alcaldes”, nuestros “doctores en tránsito”, nuestros “cirujanos de Áreas Metropolitanas” le aumentan la dosis de acetaminofén al paciente al punto de la sobredosis sin ocuparse de lo obvio: hacer los exámenes, ordenar los estudios, evaluar integralmente la situación y luego sí, tomar decisiones respecto al tratamiento.
Pero no, el camino fácil es restringir. Y si no funciona, restringir más. Y, como es de esperarse, la cosa no resulta, volverse más estrictos. Hasta ahogar al ciudadano que termina comprando una moto (como si cupiera una más…), u otro carro, en el mejor-peor de los casos.
Por ejemplo, antes de decidir modificaciones al pico y placa como se anunció tendrá la ciudad de Pereira, lo conveniente sería hacer un estudio para medir la temperatura, para saber en dónde estamos, para saber qué nos trajo hasta donde estamos y cómo. Porque pareciera que aumentar las horas de restricción fue una decisión sacada del sombrero.
Alguna vez la ciudad de Medellín -que tiene un problema de tráfico gravísimo y, a la vez, un sistema de transporte masivo mucho mejor que el de Pereira-, anunció cambios en su pico y placa al tiempo que creó la estrategia para monitorear resultados por vías, barrios, intersecciones, de manera que se pudiera tener una visión objetiva del resultado de la estrategia y se pudiera comparar con las usadas antes. Contar con indicadores para tomar decisiones es y será la mejor fórmula para no caer en los riegos de la improvisación.
Un estudio serio (que si existe quisiera conocer), permitiría responder importantes preguntas:
¿Estaba toda la ciudad tan trancada y durante todo el día como para dejar a los ciudadanos sin derecho al carro un día a la semana poniendo una restricción que en la práctica es absoluta? No es lo que veo en las calles.
¿Qué papel juegan los mal parqueados que ocupan calles enteras como la 14 desde la carrera cuarta hasta la 11 o la carrera 12 desde la 26 hasta la 35? Pareciera que la llamada informalidad tuviera ciertas licencias.
¿Es apto el sistema de semaforización? ¿Está en buenas manos su manejo?
¿Qué tanto cumple o no el transporte masivo su función de movilizar los pasajeros oportunamente?
Valdría la pena que antes de recetar tanto acetaminofén, supiéramos qué produce la fiebre. De lo contrario, seguiremos tratando el síntoma mientras la causa del mal nos consume.