Irán es un país gobernado por un régimen religioso que tiene el Corán por encima de su constitución y, por tanto, las decisiones se toman pensando en cumplir a rajatabla lo que dice su libro sagrado sin importar los derechos de las mujeres, de las minorías o de quien disienta de esa forma de gobierno.
Desde hace varios meses el país vive protestas ciudadanas desatadas luego de la muerte de Masha Amini a manos de la llamada policía de la moral quien la acusó de no guardar las normas de vestimenta que deben cumplir las mujeres.
Las protestas son protagonizadas mayoritariamente por jóvenes que piden cambios al gobierno y han llevado a la detención de centenares de personas muchas de las cuales son acusadas de delitos como “ofender a Dios” que, bajo el régimen, los condena a muerte luego de un juicio sumario sin acceso a la defensa y ejecutado dentro de las prisiones o usando grúas que exponen la ejecución a la vista de todos como un método de terror.
En 2022 fueron ejecutadas 500 personas según la ONG Iran Human Rights. El último ejecutado fue el campeón de karate Mohamed Medhi Karami acusado de asesinar a un miliciano islámico en noviembre pasado durante las protestas.
En nombre de un dios y de un temor porque los cambios que piden los jóvenes saquen a la luz muchas verdades que quieren ocultar y que les permiten seguir en el poder.