Opinión: Kico Becerra
Llegó a mis manos, como caído del cielo, el estupendo libro de Steven Pinker titulado Racionalidad.
«En momentos en que todos actúan como si la racionalidad estuviese obsoleta: Como si el objetivo de la argumentación fuese desacreditar a nuestros adversarios más que razonar colectivamente en pro de las creencias más defendibles», surge este libro del sicólogo de la Universidad de Harvard.
Nada más oportuno para el crucial momento político Colombiano que este libro de profesor Pinker. Cuando la irracionalidad, producto de los macro egos de los candidatos y jefes políticos, parece irreversible, sería muy bueno que consultaran este texto.
«Ninguno de nosotros es lo suficientemente racional como para llegar sistemáticamente a conclusiones sólidas: La racionalidad emerge de una comunidad de razonadores que detectan mutuamente las falacias ajenas». ¿Qué tal que eso lo practicaran nuestros candidatos?
El libro nos pasea con cosas tan cotidianas como la naturaleza del rumor, la nueva sabiduría popular basada en falsas noticias y el tan de moda pensamiento conspirativo. La gran diferencia entre la racionalidad del individuo y de la comunidad y, la gran divergencia entre la mentalidad realista y la mitológica.
Cuando la estupidez política y personal parece apoderarse de este momento histórico de la humanidad, a causa del bombardeo de falsas noticias y falsos descubrimientos, este llamamiento al razonamiento certero, ético, lógico, basado en pruebas claras y no en la repetición de absurdas mentiras, en principio irracionales pero que, con la reiterada divulgación se empiezan a volver verdades colectivas.
¿Qué pensamos ahora de la quema de herejes y de la venta pública de esclavos? Para los humanos y la sociedad, eso llegó a ser racional; inclusive, aceptado por algunas religiones. ¿Qué pensarán en algunos años los humanos, de las falsas noticias que se apoderaron del mundo en esta época y del pensamiento conspirativo actual? ¿Creerán que éramos racionales?
Les recomiendo esta lectura.
Ñapa: Existía antes una figura se llamada «renunciar por dignidad»; es lo que debería hacer la presidente de la Cámara de Representantes. Ahora no existen ni la dignidad, ni la vergüenza; por eso no renunciará. Plagiar la tesis de grado de una maestría por quien preside una cámara congresional, es una macro vergüenza, mucho más si representa un partido que dice combatir la corrupción.
Ñapita: Murió Don Jonás Cardona, pionero de los emprendedores gastronómicos de Cali y excelente caballero. Homenaje a su memoria.