La reduflación es una palabra rara para un fenómeno muy frecuente en el comercio: bajar el contenido o tamaño de un producto, pero manteniendo su precio y su presentación de manera que el cambio no se note. Peor aún: sin informar claramente al consumidor.
En Francia, el gobierno ha emitido un decreto que obliga a las cadenas de supermercados a advertir en las góndolas cuando eso suceda de manera que el consumidor se entere claramente de que está pagando lo mismo por menos cantidad o menor tamaño.
En Colombia es normal ver en los supermercados productos con clara reduflación: atados de panela de 900 gramos y no de kilo completo, pero con una apariencia casi idéntica. O frascos de aceite de 900 centímetros cúbicos en botellas muy parecidas a las que traen el litro completo. En papas fritas, una forma de aplicarle la reduflación es aumentar la cantidad de aire al paquete y mermar dos o tres unidades en su interior. Los diseñadores de empaques se encargan de que el cambio sea lo menos percibido posible.
Como dijo el ministro de Finanzas de Francia, Bruno Le Maire: “la reduflación es una estafa. Estamos poniendo fin a ello”.
La reduflación está siendo aplicada en todo el mundo sobre todo después de la pandemia. Sería bueno que en Colombia se hiciera algo para obligar al comercio a informar al comprador.