Opinión: Kico Becerra
He venido sosteniendo que, la denominada clase política sigue pensando que las elecciones de Congreso, dentro de 9 meses, serán iguales a las de siempre y que, las protestas y el despelote vivido, muy poco cambiarán el panorama político.
Las jefaturas locales siguen haciendo sus cálculos electorales, con base en los resultados de las pasadas elecciones y pondrán en las listas a los mismos candidatos; muy poca variación veremos en esos nombres.
Ellos son expertos en ganar elecciones; conocen como nadie al electorado y por eso están tranquilos, dedicados a recolectar dinero proveniente de los contratos públicos y de sus puestos en la burocracia.
Antes de escribir este susurro me di a la tarea de conversar con representes de varias tendencias políticas y, la inmensa mayoría piensa que, los de la llamada primera línea no se representan ni ellos mismos: «Son anónimos, enmascarados», coincidieron varios entrevistados, al describirlos. No hay un solo nuevo líder carismático, conocido por su nombre o por su cara y, por eso los que se dejan ver, son los mismos Congresistas de izquierda de siempre.
Un curtido Congresista me dijo que, en otras partes del mundo, estas protestas han creado nuevos líderes, desconocidos antes y se han convertido en fenómenos electorales. Aquí, por mantenerse con la cara cubierta y escondiendo el nombre, nadie los conoce; excepto algunos jefes de cabildos indígenas que, sin duda, saldrán elegidos al Congreso.
Sinforoso Popó Carabali, mi gurú de Palmaseca, se atrevió a apostar que la sorpresa electoral serán los de las listas indígenas; ellos canalizarán el descontento, porque fueron a quienes no les dio miedo poner la cara. Los Alexander, Wilson, Bolívar y compañía se ven ya como parte de la clase política tradicional.
Confieso que, para mí, si estos vaticinios llegaran a ser ciertos, implicarían una gran frustración colectiva; percibo que, los políticos se van a llevar una gran sorpresa y los resultados en las próximas elecciones legislativas castigarán a los políticos tradicionales; habrá un gran revolcón político, como seguramente pasará en las presidenciales.
Amanecerá y veremos, dijo el ciego.
Ñapa: El cumplimiento, al pie de la letra, del informe de la CIDH será incorporado como exigencia inamovible en el paro anunciado para el 20 de Julio; parece redactado por los propios directores de las protestas.
A propósito, es bien interesante la aceptación del corte indefinido de ruta, llamado aquí bloqueo, como parte de los derechos humanos de las protestas sociales. ¿Los derechos humanos a la vida y la alimentación de los bloqueados, no existen?
Serán parte del otro informe; majadero que es uno.
Ñapita: Bello, artística y estéticamente, como todo lo del alcalde de Cali, le salió el «imaginativo» macro grafiti, que ordenó pintar, pidiendo que él no permitiera más genocidio. Se le abona el reconocimiento de que la ciudad no aguanta más inseguridad y que él se hizo elegir para mermar los homicidios y no lo ha hecho hasta ahora.
Aunque semánticamente en realidad no hay genocidio, puesto que aquí no existe «aniquilación sistemática de un grupo étnico o social específico», en Cali todos los grupos sociales son víctimas indiscriminadas de homicidios. Durante la actual administración del alcalde Ospina, llevamos 1078 homicidios en 2020 y 568 en 6 meses del 2021. La bicoca de 1646 asesinatos, durante esta administración. Tiene razón el grafiti de la quinta con quinta: Alcalde, no más muertos en la ciudad.