El diario argentino Clarín trae en su edición del jueves 15 de junio una curiosa nota que enlaza el doble mito sobre el pene de Napoleón Bonaparte y la vieja discusión sobre cuáles deben ser las dimensiones del miembro masculino.
El doble mito radica en que el militar y emperador francés- que era de baja estatura, así serían las dimensiones de su pene el cual –y aquí viene el segundo mito-, habría sido cortado de su cadáver y aún en estos tiempos andaría en poder de algún raro coleccionista.
El artículo de Clarín se atreve a dar las medidas con las cuales Bonaparte intentaba satisfacer a sus diferentes josefinas: “El tamaño del pene era de 4,1 cm y en erección alcanzaría un máximo de 6,6 cm», citando una entrevista que dio quien habría visto y examinado el apéndice cortado. Obviamente son cifras que no se pueden constatar, pero el periódico aprovecha ese dato incierto para poner en discusión la pregunta eterna: ¿Cuestión de largo o de autoestima?
Y cita al especialista argentino que da cifras sobre qué tan bien equipados están los paisanos de Maradona: “está entre 12 y 14 centímetros”, en erección y lo compara con una cifra similar a la de los estadounidenses.
Si anda preocupado o preocupada después de leer esas cifras, el remate del especialista Walther Gedin quizá le alivie la preocupación y le invite a mejorar la imaginación:
«El tamaño está en el imaginario femenino como parte del atractivo del cuerpo del otro: cara, músculos, pene y también piernas y cola musculosa. Se habla de tamaño en charlas de café entre amigas. Sin embargo, saben que esas condiciones físicas forman parte de una imagen que las estimula pero no es condición para que las enganche. Si está presente, perfecto, pero los lazos de conexión y perdurabilidad serán patrimonio de otros aspectos ligados a lo afectivo, el respeto, a la comunicación, al humor».
Los especialistas citados por el diario argentino coinciden en que ni en la época de Napoleón, ni antes, ni ahora, ha existido un método que científicamente se haya comprobado que sirva para alargar el pene. Por más emperador que se declare.