Opinión: Kico Becerra
El llano es como una amante infiel, que entre más te maltrata más la querés.
El llano es madrugada y atardecer, es aventura, magia, penas y placer.
Arpa, alcaraván, cuatro,
capachos, poncho, zamuro,
zapateo, cachire, mamona,
maute, toninas, gabán,
ya son parte de mi Alma llanuna.
Alma Valluna,
Alma llanuna,
La mía es una.
Llevo 30 años transitando entre Bogotá y el Llano, desde que la manigua me embrujó. Como Arturo Cova, el de La Vorágine, me enamoré perdidamente de la llanura ilímite y en ella me he, felizmente, autosecuestrado.
En esos 87 Kms de vía, he tenido que dormir, ver aguaceros bíblicos, derrumbes aterradores, retenciones de la guerrilla, accidentes de tránsito inconcebibles, como el de una tractomula que perdió los frenos y arrazó con 14 carros y, quedarme atrapado dentro de un túnel, remedio eficaz para mi claustrofobia.
La mayor demostración de la ineficacia de nuestra ingeniería y que, en este país, los concesionarios de vías son unos abusadores, es lo que está pasando en esa carretera.
No ha habido gobierno capaz de ponerle tatequieto al grupo Sarmiento y quitarle esa concesión. Solo el Ministro Cardona lo enfrentó y Santos lo desautorizó.
Si nos escandalizamos con la corrupción de REFICAR, lo de la vía al llano es de la misma magnitud y, por supuesto, no pasará nada.