Por Habib Merheg Marún
Han pasado dos meses desde que se inició el llamado Paro Nacional y después de varios asesinatos, dolorosos bloqueos, macabras balaceras en donde civiles disparaban al lado de agentes de la policía sin que intentaran siquiera detenerlos, un decapitado, decenas de personas heridas entre ellas varias que perdieron un ojo y decenas de desaparecidos, para hacer corto el resumen, pareciera que todo se resolvió.
La realidad es otra: nada se resolvió.
Ni siquiera los bloqueos de vías que se siguen presentando en varias ciudades.
Ni las protestas violentas. Ni las pacíficas.
Pero, repito, pareciera que ya el país hubiera superado el que es quizá el capítulo más dañino y más oscuro de los últimos tiempos.
Gobierno y Comité del Paro se declaran vencedores en silencio. Pero aquí, como en el poema de Bernárdez, habría que decir que este paro se fue sin ganador, porque los dos perdemos.
Como no se trató ninguno de los síntomas que nos trajeron hasta aquí cuando el paciente lo pidió y aún estaba a tiempo para algún tratamiento, esos síntomas agravados se presentaron, de nuevo, en 2019, en 2020 y ahora en 2021. Es lamentable tener que afirmar que la falta de tratamiento a las enfermedades sociales del país, harán que los dolores reaparezcan y con más intensidad y ese paciente adolorido, frustrado, desilusionado, salga a la calle a protestar.
Que necesite “estímulos” de “infiltrados” para hacerlo, no deja de ser un argumento cada vez más desgastado de nuestros dirigentes que soberbios y envalentonados tras el escudo del poder, niegan tercamente que, quizá y solo quizá, puedan tener razón los que reclaman.
El escenario dantesco de las protestas que todos vimos en vivo y en directo por las redes sociales a cuyos desmanes respondió la fuerza pública con una violencia muchas veces exagerada, cubrió por algunas semanas el otro horror: las centenas de muertos diarios por la pandemia.
A la luz de los resultados tan brutalmente malos que nos ubican por estos días en el segundo lugar a nivel mundial en nuevos contagios y muertos por día, alguien habría de haber renunciado, alguien debía salir a decir que se equivocó. Pero no. Es lo contrario: mientras tenemos más muertos y nuevos contagios que un país como Brasil que tiene 210 millones de habitantes y solo nos supera India que tiene más de 1.300 millones de habitantes, aquí con solo 50 millones, hacemos fiesta porque llega un contenedor con algunas vacunas y hasta el ministro de salud publica en sus redes las pericias de un par de enfermeras que montadas a caballo cruzan un río para llegar hasta donde están sus pacientes. Romantizando la pobreza no salimos de ella.
Venimos hace varias semanas con una cantidad superior a los 600 muertos diarios. ¡600 MUERTOS POR DÍA! Y las proyecciones más optimistas calculan que llegaremos a 900 o 1.000.
Pero pareciera que no tuviéramos vigentes los motivos de un paro violento y catastrófico ni los 600 compatriotas que mueren día a día. Estamos vacunados. Pero contra el horror.