Puede que al sicario no le falte un escapulario como amuleto para pedirle al cielo protección en sus crímenes, pero tampoco le falta sangre fría si al momento de cometerlos tiene que llevarse por delante la vida de cualquiera, incluidos los sacerdotes.
Los últimos dos curas fueron asesinados dentro de su iglesia de la comunidad de Cerocahui, en la región de la sierra Tarahumara, estado de Chihuahua, reportó la Compañía de Jesús.
Al parecer, un sujeto que era perseguido por los sicarios buscó la protección de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar y entró a su templo hasta donde llegaron los criminales que mataron a su víctima y de paso acabaron con la vida de los religiosos.
Los grupos narcotraficantes son los principales sospechosos de los asesinatos de 30 curas en México durante el último decenio, cifra suministrada por la ONG Centro Católico Multimedial.
La sierra de Tarahumara es uno de los tantos lugares de tráfico de droga hacia Estados Unidos sometidos a extrema pobreza, falta de presencia estatal y luchas sangrientas entre bandas rivales.