Antes de evaluar el acto simbólico
de los Misak, miremos su historia.
Indígenas Misak, término que significa Gente de Agua, son una comunidad del Departamento del Cauca, con cerca de 20.000 miembros, que residen en el territorio montañoso del sur occidente colombiano. Hablan lengua Nam Trik, una derivación Chibcha, aunque todos hablan español, mantienen su tradicional lengua con orgullo. Son uno de los grupos indígenas más pacíficos de Colombia, a pesar que la historia demuestra que han sido un pueblo perseguido, abusado y asesinado desde épocas de colonia.
En el Valle de Popayán convivían diferentes pueblos indígenas que formaban unidad política en la Confederación Guambiano Coconuco que compartía territorio, cultura y lengua, con el objetivo común de defenderse de otros pueblos que amenazaban su territorio, el promotor de esta alianza se conocía como el cacique Pubén. La anterior teoría se relaciona con otra que plantea que existió una sociedad denominada “Puhenses” o “Pubenenses”, integrada por indígenas habitantes de territorios aledaños al Valle de Popayán, conocido todavía como Pubén y de quienes descenderían los Misak. Los grupos indígenas del Valle del Popayán, dentro de los que se encontraban los Misak, resistieron fuertemente la conquista española, la cual se inició en el año 1535 bajo el comando de Belalcázar.
El mito de origen narrado por los mayores permite describir los ancestros del pueblo Misak como la gente del agua, ya que afirma que “a veces el agua no nacía en las lagunas para correr hacia el mar sino que se filtraba en la tierra, la removía, la aflojaba” y producía derrumbes, que dejaban grandes heridas en las montañas, de las que surgieron los humanos, raíces de los nativos, nacidos del agua arrastrada y “venidos en los restos de vegetación”. Los derrumbes eran nacimientos o “partos de agua de los Pishau, de los guambianos, “gigantes sabios que comían sal de aquí, de nuestros propios salados, y no eran bautizados. Ellos ocuparon todo nuestro territorio, ellos construyeron… antes de llegar los españoles” (Vasco, 1997).
Para los Misak, así como todos los Guambianos de la región, la imagen de Sebastián de Belalcazar, es el monumento a la esclavitud, es el recuerdo vivo y latente de una comunidad que recibió todo el abuso que representó la conquista española. Haber tumbado la estatua del conquistador, representa el rechazo ante una historia que intenta encubrir los asesinatos de miles de indígenas por manos de unos conquistadores extranjeros que llegaron para apoderarse de sus territorios, asesinar a sus líderes y someterlos a la esclavitud.
Para muchos, el acto simbólico de los indígenas es considerado como un acto de rebelión que debe ser juzgado y reprimido por parte de las autoridades. No hay muertos ni vandalismo en el acto, distinto a hacer valer su derecho al rechazo de la época de la conquista. No hay heridos, pero para algunos, el gobierno debe proceder sin reservas y dejar claro que estos actos violentos no serán tolerados.
Los verdaderos dueños de estas tierras,
los que fueron desplazados y asesinados
sólo piden que derriben un monumento
a la injusticia y permitan que sus héroes
ocupen su lugar. ¿Qué tan complejo o
peligroso es esto? ¿Usted qué opina?
Director: Habib Merheg Marún