Que era un ladrón que hacía horas merodeaba por el sector, que estaba armado, que ya había robado… El caso es que un hombre fue linchado por los transeúntes del sector de San Andresito San José en Bogotá, quienes con palos, puños patadas y hasta cascos de motociclista lo golpearon brutalmente sin que aún con la llegada de la policía fuera posible que lo dejaran de golpear.
En medio de la turba alguien dijo identificar una moto como la del presunto ladrón y procedieron a aplicarle el mismo tratamiento que al sujeto: golpes, destrucción y, al final, prenderle fuego.
Las cifras de robos en Bogotá han sido este año 15% superiores a las del año anterior y el ambiente de prevención se respira por todas partes. Basta una pequeña chispa para que se enciendan las ganas de aplicar justicia con mano propia lo que pone a todos los ciudadanos en riesgo pues una mala interpretación o un gesto inadecuado, puede provocar reacciones como la de San Andresito y hacer que las cosas se confundan. ¿Y si el señor no era un ladrón…?
Igual, el deber ciudadano es ayudar a atrapar al delincuente y no someterlo a castigos físicos. Por más que eso sea difícil de entender, es parte esencial de lo que llamamos civilización.