Opinión: Habib Merheg Marún
Casi 530 años después del mal llamado “descubrimiento de América”, los nativos de esta parte del mundo como de casi el planeta entero, siguen sufriendo las consecuencias del invasor que – la mayoría de las veces-, tiene una característica común: su piel es más clara.
En América, así como en varios países de África que fueron sometidos a “descubrimientos» o a “conquistas” y cuyos moradores originales perdieron frente a las balas, el caballo y la religión, de vez en cuando estalla una noticia que los pone en la televisión y en los periódicos donde duran tanto como se tarde en aparecer otro hecho que sepulta su realidad por algún tiempo.
Esas pequeñas muestras, nacen y mueren. Pero el problema verdadero subsiste y a pesar de los años y toda la tinta que ha corrido y toda la saliva gastada en discursos y todas las comisiones de alto nivel, el hecho es que La Conquista no ha terminado.
Ayer fue el oro y la tierra. Y sus pobladores, para volverlos esclavos. Hoy la única diferencia son los azotes, tal vez. Porque el blanco hoy va detrás del oro, como ayer; de la tierra, como ayer y el látigo fue remplazado por temible armamento para someter, desplazar y corromper costumbres y tradiciones. Como ayer. Si reemplazamos los caballos por los helicópteros y las retro excavadoras, podemos ver que 5 siglos después los indígenas siguen igual de mal. O peor, porque al fin y al cabo en la llegada original creyeron que Colón y compañía eran dioses. Y siempre es reconfortante que uno se le aparezca su dios…
En ese trágico escenario que solemos ver como si el problema no fuera con nosotros, hay un protagonista que ayer no hubo: el narcotráfico y sus multinacionales del crimen que, a diferencia de Colón y compañía, saben muy bien a dónde llegaron y dónde y cómo obtener su “Dorado» así toque como en el “descubrimiento”, arrasar con todo. La Conquista continúa.