Tener población “nini”, que no estudia ni trabaja, es un asunto que frena el desarrollo económico y social de un país, según el Banco Mundial.

Y Colombia no es ajeno a este fenómeno. De acuerdo con el estudio “Educación orientada al empleo”, publicado a principios de septiembre, de la Fundación Corona y la Red de Ciudades Cómo Vamos, 24 de cada 100 jóvenes de 18 a 24 años de edad se encuentran en esta condición en las 13 principales ciudades del país.

Hay asuntos que se podrían tener en cuenta para reducir estos indicadores. Por ejemplo, España, donde se logró cerrar 2018 con 1,013 millones de jóvenes “nini”, según la Encuesta de Población Activa (EPA). El resultado representa el indicador más bajo de población “nini” desde 2007, cuando el reporte alcanzó 1,008 millones.

Sin embargo, Iván Jaramillo Jassir, investigador del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, explica que el aumento del empleo en España fue fruto de la crisis económica que se vivió en esa época, llegando incluso al 25 %.

Frente a la reducción, explica que “hubo estrategias de reducción del desempleo en general, pero el problema es que las fórmulas de empleabilidad están caracterizadas por precariedad, en especial en empleos temporales”, señala Jaramillo Jassir, dejando claro que estas estrategias también incluían a la población “nini”, aunque con características laborales similares.

El 19,7 % de los jóvenes en Medellín no estudia ni trabaja

Frente a este panorama, el informe de Corona y Cómo Vamos destaca que el efecto negativo de este fenómeno no solo tiene repercusiones sobre la productividad y el PIB de una economía, sino que también dificulta los avances en materia de reducción de la desigualdad económica y social.

Prueba de ello es que, por ejemplo, en el país la brecha salarial según el estudio de la Red y la Fundación Corona, entre hombres y mujeres es de 5,1 puntos porcentuales en 2017, pero para personas con formación técnica y tecnológica, la brecha se reduce a 4,3 puntos porcentuales y, finalmente, en el caso de los universitarios y profesionales, la brecha es de 1,3 puntos porcentuales.

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Por ejemplo, Natalia Jaramillo, de 24 años de edad y quien residía en Armenia (Quindío), cuenta que en el país no tuvo las oportunidades para estudiar ni trabajar, pues es una mujer de estrato bajo y no encontró una posición laboral estable. “Trabajé en supermercados, pero con pocas garantías laborales”, explica Jaramillo, quien comenta que tomó la decisión de migrar para encontrar un mejor futuro para ella y su familia.

Ella llegó hace cuatro años a Panamá, donde ha desempeñado labores como impulsadora de marca de productos de belleza, carros, entre otros, aunque la situación es similar.

“La inestabilidad de los empleos también juega en contra cuando se está por fuera del país”, expresa Natalia, quien ahora está dedicada a cuidar a su hija, quien nació hace seis meses.

En Medellín, por ejemplo, Piedad Patricia Restrepo, directora de Medellín Cómo Vamos, señala que hay que afianzar en política pública, generando diferentes formas de financiación para que los jóvenes que terminan el bachillerato puedan continuar su formación profesional.

“O en los casos de quienes no terminaron el colegio, se puedan vincular al sistema educativo para que terminen su bachillerato”, agrega Restrepo.

Este grupo, identificado como “nini”, “es común que pierda varios años de estudios y de experiencia laboral, y por tanto de ingresos”, se lee en la investigación de Corona y Cómo Vamos.

El informe cita el estudio “Ninis en América Latina, 20 millones de jóvenes en búsqueda de oportunidades”, del Banco Mundial, y publicado el año pasado, que señala que para una cohorte de hombres entre 15 y 20 años, un aumento de un punto porcentual en la proporción de “nini” predice una reducción del 7 % en los ingresos de dicha cohorte 20 años después, de igual forma la probabilidad de las de tener trabajo entre los 35 y 40 años se reduce. Es decir, los efectos se sentirán incluso dos décadas después.

El Banco Mundial estima “que la inclusión de los jóvenes “nini” en la fuerza de trabajo aportaría en promedio un 5 % más en el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita de la región”.

El efecto de encontrar en ser madre una opción de vida también se puede ver en la investigación “Millennials en América Latina y el Caribe: ¿trabajar o estudiar?”, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), de mayo pasado, el cual concluyó que las jóvenes también ven una opción de vida en tener un hijo, por lo que también se ubican en la población “nini”.

“Si no cuenta con el apoyo de la familia, se retira de estudiar o de trabajar”, explica Xiomara Pulido, consultora e investigadora del BID.

Luis Sáenz, coordinador de la investigación de Corona y Cómo Vamos, reseña que el informe, enfocado en la educación para el trabajo, muestra que la cifra de 24 de cada 100 jóvenes en ese rango de edad es el promedio de las 13 ciudades analizadas; sin embargo, precisa que hay casos donde el indicador es menor, como Bucaramanga, Bogotá o Medellín, mientras que Quibdó, Cartagena o Santa Marta cuentan con indicadores menores al promedio.

Al respecto, Jaramillo Jassir señala que el desempleo juvenil es un problema mundial, que en el país se refleja en el 18,1 % de desempleo en esta población.

“En nuestro país ha sido objeto de diversos métodos de intervención que no han logrado eficacia en corrección de la problemática”, expresa el experto.

Con este panorama de desigualdad coincide el estudio de Corona y Cómo Vamos, al explicar que las mujeres son las más afectadas por el fenómeno, pues 65 de cada 100 “nini” en las principales ciudades son mujeres.

“Esta situación es muy similar a lo que ocurre en América Latina donde el perfil típico de un “nini” es una mujer que no terminó sus estudios de secundaria o bachillerato y vive en un hogar pobre o vulnerable”, señala el estudio, destacando que el principal factor de riesgo de esta población es el matrimonio antes de los 18 años y el embarazo durante la adolescencia, según el reporte del Banco Mundial.

Sobre el proceso educativo, el decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia, Wilson Bolívar, manifiesta que “aunque sin tener una apreciación completa del estudio en mención, diría que estamos ante un fenómeno de transformación de los procesos productivos en los que nuestros sistemas educativos jóvenes deben transformarse también para incluir otros tipos de saberes y profesiones”.

Los consultados, además, explican que esta labor de educación con formación para el trabajo, la realiza el Sena, pero debe ser fortalecida.

Con ayuda de expertos consultados, el coordinador de la investigación de Fundación Corona y la Red de Ciudades Cómo Vamos y datos del Banco Mundial planteamos propuestas, desde diferentes líneas, sobre cómo reducir la población “nini” a partir de estrategias de políticas públicas.

Director:  Habib Merheg Marún