Habib Merheg Marún

Las encuestas (¡las benditas encuestas…!), daban ganador a Javier Milei en las elecciones presidenciales de Argentina llevadas a cabo el domingo 22 de octubre. No ganó. Quedó de segundo con números en nada coincidentes con lo que decían las encuestadoras. Irá a segunda vuelta con el candidato del oficialismo Sergio Massa.

Milei, el “economista libertario” es un candidato que sorprende con afirmaciones que, desde lejos, hacen que uno se pregunte: ¿qué están pensando los argentinos? O más bien, ¿qué está pasando en Argentina para que un hombre como Milei pueda ser el sucesor de Fernández en la Casa Rosada?

Lo digo por la personalidad que demuestra en cada intervención. Y por lo que dice y propone cada vez que con esa personalidad lanza misiles contra todo y contra todos, incluyendo al papa Francisco sobre el cual no ahorró insultos: «El Papa, lo voy a decir de frente, es el representante del maligno en la Tierra, ocupando el trono de la casa de Dios. El Papa impulsa el comunismo, con todos los desastres que causó», dijo pocos meses después de haberlo llamado “asno”. Insultó así a un jefe de gobierno que es a su vez, máxima autoridad de la religión mayormente profesada en su país. Una locura.

Como locuras son sus apariciones circenses donde en un tablero destroza al establecimiento argentino mandando a la basura a la mayoría de ministerios a nombre de lo él llama “espíritu libertario”.

Enmarcados dentro de la crisis que una seguidilla de gobiernos produjo en la economía argentina, es medio entendible que por puro rechazo a quienes los llevaron a semejante debacle, el elector argentino se sienta atraído por la irreverencia y el desparpajo de un candidato como Milei y descrea de los demás.

Porque Milei, astutamente, ha sabido hablar lo que la gente quiere oír y lo ha hecho con estilo de actor de telenovela al que le ayuda mucho su melena desarreglada y sus poses burlescas en los debates.

Por estos lados también hay algunos “mileis” que manosean la política, ofrecen lo que no podrán cumplir, hablan mal hasta del Papa si eso les sirve para acabar con el rival y esconden una misoginia que no logran ocultar del todo.

Aquí y en Argentina, un voto inteligente siempre será mejor que un voto pasional.

Habib Merheg Marún