Opinión: Iván Cancino

En 2015 voté para la Alcaldía de Bogotá por mi amigo Pacho Santos. No lo hice por Enrique Peñalosa (ni lo haría jamás). Voté por Pacho para que la capital no terminara gobernada por la mamerta que encabezaba Clara López, es decir, la de Juan Manuel Santos, Gustavo Petro y como cuatro o cinco etcéteras más.

Peñalosa, sin duda, resultó tan mal alcalde que casi nos hace olvidar a Petro. Eso, desde luego, es una tragedia para una ciudad de ocho millones de almas. Peñalosa ha sido indolente con los pobres. Vive tan distraído que no se ha dado cuenta de que pasan meses enteros sin figurar en los grandes medios de comunicación. Es como si la prensa se hubiera olvidado de él. Como si los periodistas vivieran más pendientes de que al tipo le quedan en el cargo 234 días.

El tráfico en mi amada Bogotá es un infierno. La capital de la República a veces es invivible. Pero Peñalosa sigue pensando que estamos a salvo gracias a su anticuado Transmilenio. Con el metro el hombre no pudo. Jura (y se lo cree) que Transmilenio es mejor que el metro.

Uno mira con detenimiento a la Bogotá de Peñalosa y le provoca es como sentarse a llorar e irse mejor a vivir a la Barranquilla de Alex Char, el mejor y más popular alcalde del país.

Conozco a Alex desde hace varios años y creo que, aparte de su altísima formación académica, la clave de su éxito está íntimamente ligada a su modo de ser. Es un tipo chévere que se siente como pez en el agua con todas las clases sociales. En varias oportunidades he estado con él en Barranquilla y he sido testigo de cómo lo tratan las señoras de los tintos, los lustrabotas, los meseros y los vendedores de lotería.

“Ven acá, Alex, mi hermano, te cuento algo”, le dicen. Entonces empieza un diálogo fluido y amable entre la gente más humilde de Barranquilla con su primera autoridad. Esas conversaciones terminan normalmente con la invitación a Alex a almorzar y a “mamar ron” en los barrios de La Arenosa. De inmediato les ordena a sus asistentes que le agenden esas citas “porque –afirma– no le puedo fallar a mi gente”.

Los demás logros positivos de la Barranquilla de Alex ya los conoce todo el mundo. Que los pobres son menos pobres que hace una década. Que la ciudad es de los niños. Que en educación la ciudad está volando. Lo mismo que están volando su sistema de salud y las grandes obras. Que las mujeres tienen un papel protagónico en la administración de la ciudad. Y que los temas medioambientales son prioridad.

En esa Barranquilla, la de Alex, es que quisiera vivir. Pero no puedo. Tengo mi familia y mi trabajo en la Bogotá del impopular Peñalosa y en ella me toca quedarme.

Tal vez, por todo lo anterior, es que a Peñalosa y a Alex les va como les va. El primero dejará la Alcaldía de Bogotá, el 31 de diciembre, y saldrá por la puerta de atrás para que nadie lo vea. El segundo, en cambio, dejará la Alcaldía de Barranquilla en la misma fecha con unas mediciones de popularidad y aceptación superiores al 90%.