Opinión: Gustavo Álvarez Gardeazábal

Hoy , cuando se cumplen 100 años del nacimiento de Alvaro Gómez Hurtado, se llenarán muchos espacios de los medios de comunicación recordando su gesta,su asesinato y sus ideas. El presidente, que dice haber sido su alumno en la Sergio Arboleda, le rindió homenaje ayer en Casa de Nariño. Un sobreviviente conservador de la vieja guardia laureanista debe haberle mandado celebrar alguna misa y citado a los sobrevivientes de esa fuerza seleccionada y exigente que fue el alvarismo para volverse a ver las caras. Pocos empero tendrán en cuenta la vigencia de las tesis de Alvaro Gómez. Si alguno de los políticos de ahora o de los que se asoman al futuro las analizara, andaría encabezando la más enérgica y contundente de las afirmaciones de este hombre que pasó de ser odiado por los liberales de principios de la mitad del siglo XX a respetado líder de los colombianos sin rumbo en 1990.

Alvaro Gómez afirmó que “ al régimen hay que derrocarlo”. Muchos pensaron y todavía piensan cuando oyen que repetimos esa frase en momentos críticos de la vida nacional que se estaba o se está incitando a un golpe de estado. No. Lo que pedía Alvaro Gómez era que la estructura de nuestra democracia,instalada en cenáculos específicos,se desbaratara para dar paso a otra . Fracasó al intentarlo en la Constituyente de Gaviria porque olvidó que las trapisondas eran la dueñas de esa estructura que hoy todavía nos atormenta. Para él la democracia colombiana no salía de los cenáculos que criticaba tanto aunque perteneciera a varios de ellos. Por eso hoy en día cobran inusitada vigencia. La falsedad de nuestra leyes electorales, la sinverguenzería enmarcada del Congreso, la repetición insensata de elegir a los equivocados o inexpertos para que nos gobiernen nos obliga a repetir que al régimen hay que derrocarlo para que esto de verdad cambie.