Habib Merheg Marún

Si Ramón de Campoamor hubiera escrito su famoso poema “Las dos linternas” en estos tiempos, la frase que lo hizo popular tendría un pequeño cambio: en lugar de “cristal” tal vez hubiera puesto “la red”.

Porque hoy más que en cualquier momento de la historia de la humanidad, todo depende del cristal con que lo veamos o mejor, de la red a través de la cual nos enteramos de algo. Y esta realidad supera la inquietud original del poeta en cuanto al subjetivismo de las cosas, en cuanto a lo arbitrarios que pueden ser los asuntos más trascendentales por una razón simple: ya no escogemos los temas, sino que éstos son seleccionados por algoritmos que nos van dejando ver lo que nos interesa y filtran lo que, suponen, no nos llama la atención. O lo que la voluntad del manejador del inmenso robot decida.

Hay un ejercicio simple con el cual se comprueba el asunto: si usted tiene una cuenta de X y sigue a determinadas personas, su cuenta le va mostrando casi sin que usted lo note, solo asuntos relacionados con los gustos, sentimientos, preferencias y opiniones de esas personas. Y si abre otra cuenta de X y decide seguir a los contrarios que frecuenta en la primera cuenta, solo le llegará la información de esa corriente.

Por ejemplo, una cuenta que siga a los líderes de opinión de la derecha, le mostrará que el país es un fracaso total y puede que hasta usted termine en una manifestación pidiendo que tumben al presidente. Y si hace lo contrario y sigue solo a los líderes de la izquierda, su cuenta se llenará de información que exalta hasta la exageración los éxitos del gobierno e incluso pueden llevarlo a participar en una manifestación donde se pida la reelección presidencial inmediata.

Ya no es el cristal con que se mire sino lo que las redes nos quieran mostrar.

Algunas personas aseguran que ni siquiera hay necesidad de buscar algo en redes como Facebook o Instagram y que, por ejemplo, después de una charla de amigos sobre, digamos, girasoles, empiezan a aparecerle en sus cuentas mensajes sobre el tema desde cómo se cultivan hasta qué beneficios para la salud tiene la bebida que se hace con sus flores. Es probable. Hoy nadie puede asegurar que no es escuchado a través de su equipo celular.

De manera que, casi sin darnos cuenta, alguien o algo va formándonos ideas y conceptos en la medida que nos refuerza lo que queremos y nos evita lo que no frecuentamos. El ejemplo macro más conocido es el de la consultora Cambridge Analytica que en 2016 usó datos de millones de usuarios de la red Facebook para, a través de la llamada microfocalización conductual, fragmentar la audiencia y enviarles mensajes adaptados a sus gustos y preferencias, en otras palabras, cantarles la canción que querían escuchar: mejor Trump.

¿Qué hacer? Si uno cree en la conveniencia de conocer opiniones de diversa tendencia, si posee espíritu crítico, liberal, curioso, lo mejor es incluir la mayor cantidad de opciones y de perfiles en sus redes. De esa manera, y si se tiene la resistencia suficiente para aguantar tantos mensajes, el abanico de información será más amplio y la toma de decisiones se hará de manera más informada.

El trozo del poema que dio paso a la llamada “Ley Campoamor”, escrito por allá en 1846 tiene bastante vigencia hoy así no dependa tanto del cristal como de las redes.

Habib Merheg Marún