Editorial: Habib Merheg Marún

La zambra que se presentó ayer en las sesiones de la cámara de representantes por la presencia del exguerrillero Santrich llama la atención por la ira y la rabia con que algunos procedieron. Independientemente de las diferencias que podamos tener como sociedad, tenemos la obligación de aceptar el estado de derecho y las decisiones que se toman desde la institucionalidad de nuestra democracia y sus diferentes ramas del poder.

El Senador Álvaro Uribe tiene en su haber más de 200 procesos investigados por la justicia, de los cuales la fiscalía no ha podido demostrar su culpabilidad en ninguno de ellos, lo cual permite que el Senador siga ejerciendo su cargo en el Senado.

Jesús Santrich está en la Cámara de Representantes producto de un acuerdo firmado en Cuba con la guerrilla de las FARC y nos guste o no, fue ratificado por quienes a nombre del estado actuaron. Por ello debemos aceptar que es válido.

Lo que sí está mal, es que las urgidas sesiones del Congreso se vean aplazadas producto de una protesta por la presencia de Jesús Santrich en la Comisión VII del Congreso.


Que Santrich debería estar en la cárcel o debería ser extraditado a los Estados Unidos, esa es una opinión tan subjetiva, como aquellos que aseguran que igual debería pasar con Uribe, con Humberto Martínez y posiblemente con muchos Congresistas involucrados en decenas de casos oscuros de corrupción como Odebrech, Reficar, Ecopetrol y muchos, muchos más reconocidos casos que involucran a más de uno.

Santrich en el CONGRESO

Lo que sí debe quedar claro, es que a pesar de nuestras diferencias vamos a reconstruir la convivencia y para lograrlo recorreremos caminos donde aflore la verdad por dolorosa que sea, vamos a rectificar nuestra conducta, vamos a perdonarnos para que sane tanto dolor y vamos a comprometernos a reparar a nuestras víctimas. Nadie está pidiendo que olvidemos, porque no debemos hacerlo por la simple razón, que tenemos que recordar todo lo malo que hemos vivido, para no repetir el mismo error.

Debemos pasar la hoja, tenemos que evolucionar, pensar en todas las oportunidades que hemos desperdiciado por nuestro temperamento agresivo y violento. Lo que los colombianos quieren es ver a quienes reclaman liderazgos, demostrando que son capaces de construir presente y futuro, y no discriminando de manera odiosa a quien no me simpatiza. La lección esta aprendida en el mundo. Todo aquel que convoca para unir y coordinar esfuerzos es el que trasciende y transforma una sociedad.

Así que bajémosle a la agresividad, dejemos que los encargados de hacer justicia hagan lo que deben hacer, en el tiempo que debe ser, mientras tanto fomentemos el respeto a nuestros valores democráticos, enaltezcamos la dignidad humana y sigamos adelante sin desfallecer que Colombia nos necesita a todos.

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