Opinión: Mauricio Guzmán Cuevas

Gustavo Petro ganó las elecciones presidenciales. Para mí, en franca lid democrática a pesar de todas las voces que se alzaron anticipando la ocurrencia de fraude. No fue bueno amenazar a Colombia con más violencia si el resultado no le era favorable. Muchas competencias en Colombia y en el mundo hoy son así. Más equilibradas y los competidores, no importa su origen, tienen la posibilidad de ganar. Así es en el deporte, en lo cultural, en lo profesional y hasta en lo político. Lo cual indica un avance importante en la democratización del mundo, así haya todavía lunares como la codicia y el uso de la fuerza para sepultar a nuestros semejantes.

Me pareció acertada la lectura que hizo el nuevo presidente sobre el momento que vive Colombia. Una nación cruzada por la inequidad que padecen muchos y que tenemos que resolver cuanto antes para garantizar una vida digna.

Sobre esta perspectiva es que entendería yo un Acuerdo de Unidad Nacional para dedicar todos los esfuerzos de las instituciones públicas y privadas en la misma dirección.
El diagnóstico de nuestras dificultades está elaborado con juicio desde siempre, igual que las soluciones de como proceder.
¿Por qué no lo hacemos entonces?

Primero, por una falencia cultural. Somos más verbales que prácticos. Utilizamos poco el sentido común y todo lo simple lo volvemos complejo. No tenemos sentido de la continuidad en los esfuerzos. Quien llega al poder político cree que está en el primer día de la creación.

Somos intolerantes al examen crítico sobre nuestras acciones y creemos que reconocer nuestros errores es sinónimo de debilidad y no de grandeza. Por eso nos cuesta trabajo perdonar incluso a nosotros mismos.
Cuando no funcionan las cosas en vez de irnos a mirar al espejo, miramos hacia el cielo o hacia los lados para echarle la culpa a otro de nuestras equivocaciones o, finalmente, a la ley. Como si con cambiar las reglas de juego nos desatara el nudo de nuestra impotencia.

Sería histórico un pacto de toda Colombia que propicie ese cambio cultural.

En segundo lugar, que bueno sería un Acuerdo Nacional que involucre a los poderosos e instituciones a dar ejemplo de austeridad, solidaridad y transparencia para que la riqueza que tiene Colombia sirva para superar la miseria de los más y no el crecimiento de unos pocos privilegiados.

Por último, me atrevería a sugerir quebrarle el espinazo al centralismo asfixiante. Necesitamos más Estado en los territorios, más empresas limpias, más aprovechamiento respetuoso y sostenible con el medio ambiente. Con ello garantizaremos más oportunidades, más trabajo y paz en los territorios.

Bienvenido el Acuerdo Nacional propuesto por el Presidente.
Todos somos Colombia.
Así lo entendí siempre cuando goberné, no veo por qué hoy no voy a poner mi parte.
¡Manos a la obra!