Para Occidente parece un asunto menor, tal vez frívolo. Pero para la estricta casta de machos que manda en Irán con el Corán en una mano y el fusil en la otra, que una mujer deje su pelo al descubierto es mas que un delito, es una ofensa religiosa. Y en tierras de fanáticos, delinquir no es tan grave como ofender a su dios.


Irán atraviesa una ola de protestas cuyas protagonistas son mujeres. Mujeres jóvenes cansadas de la represión y el machismo que las obliga a vestirse y a comportarse como los hombres y los códigos de su religión exigen. O sea, tapadas para no provocarlos. ¡Qué tal!


La muerte de Mahsa Amini en una estación de policía a donde fue llevada luego de ser sorprendida sin cubrirse su cabello, desató las protestas en todo el país y mostró el grado de insatisfacción de una población sometida en todos los aspectos de la vida al tema religioso. De una religión que, por demás, ve a las mujeres como personas de una categoría más baja. Un horror de siempre que en pleno siglo XXI causa más indignación.


A Amini le siguió Hadith Najafi de 20 años asesinada a tiros por la represión del régimen luego de haber protagonizado las marchas y verse atándose el cabello sin el velo islámico. La mató la Policía de la Moral. El solo hecho de que en estos tiempos exista un cuerpo policial que se llame así, dibuja el paisaje de crueldad en el que se puede llegar a vivir.


Como suele pasar en estos casos, el gobierno iraní reprime violentamente las protestas que buscan, según ellos y según su conveniencia, atacar la sedición. Van centenares de muertos y las protestas no paran.


Desde 1979, en Irán manda una secta de religiosos musulmanes en alianza con militares que han impuesto un régimen absoluto en términos religiosos.

Habib Merheg Marún