Opinión: Gustavo Álvarez Gardeazábal

Los balances sobre la seguridad pública no pueden mostrar cifras más asustadoras. Las que publicó SEMANA hace 8 días deberían tener meditando al par de tercos que nos gobiernan, Duque y Uribe, sobre el capricho de seguir negándose a la realidad. El gobierno anterior, que tanto detestan, les dejó armadas las conversaciones con los Elenos en La Habana. Uribe y Duque resolvieron que esas charlas en busca de la paz no pueden hacerse. Pretendieron montarles un cerco diplomático a los delegados del ELN para que Cuba los entregara encadenados y fracasaron como en tantas otras cosas.

Casi lo mismo pasó con los autodenominados gaitanistas y llamados por la Policía como “Los del Golfo”. Las conversaciones entre abogados y delegados estaban caminando para que ellos se sometieran a la justicia. A Uribe y a Duque se les olvidó esa posibilidad y ahí los tienen, agarrados con los Caparrapos y haciendo pactos o batallas con los disidentes de las Farc y con los Elenos en distintas regiones (cada vez más numerosas) en donde el estado no ejerce, los uniformados constitucionales no se ven y el Ministro de Defensa parece más un vendedor de cacharros metafóricos. En Guaviare, en vez del estado llegaron los exfaruchos que quieren seguir cultivando coca y exportando perica para conseguir tanta plata como sus antiguos jefes y el asunto se volvió a perratear.

Uribe y Duque no quieren sentarse a conversar .Tampoco parecieran tener ejército para mandar a la batalla.Las negociaciones que tanto le encantaban a Uribe cuando era el más hábil vendedor de caballos viejos de Colombia, han pasado al olvido. Pero, como están las cosas, no queda más que sentarse a seguir buscando la forma del diálogo para frenar este despelote porque la guerra que quiere Uribe no se libra ni con este Ejército ni con este presidente y mucho menos con tantos frentecitos armados desparramados por todo el país.