OPINIÓN: MAURICIO GUZMÁN CUEVAS

La foto que registra el momento de la firma del pacto entre el gobierno y la federación de ganaderos es histórica, pues marca un derrotero de cómo Petro quiere despejar el camino para implementar sus reformas persuadiendo y razonando con los sectores afectados y beneficiados. 

La inteligencia debe servir para desatar los nudos que generan los conflictos, los temores, las dudas y cuanto resentimiento nos impida pactar y avanzar. Eso es construir un nosotros.

La experiencia vivida en el país con las reformas agrarias o distribución de tierras ha dado resultados muy desiguales en cuanto a la democratización de la tenencia y también de su productividad.  

Para no repetir los mismos errores debemos entender que una redistribución de tierras sin pensar en los campesinos que añoran tenerla, de nada serviría.

Lo primero que ha desplazado a las familias del campo es la escasa presencia de servicios básicos que garanticen acceso a servicios de salud, educación, autoridad, justicia y carreteras.

Hoy en la mayoría del sector rural los jóvenes se sienten condenados a una vida sin futuro que les permita oportunidades para vivir en dignidad y su vida no corra peligro. 

«Tenemos más territorio que estado» y las tierras que sirven para agricultura en las cordilleras las ha copado el narcotráfico al ser este más rentable y porque tienen sus grupos ilegales para protegerse. Las otras donde el campesinado emigró se mantienen con ganadería ante la escasa mano de obra.

Los grandes hatos ganaderos de la costa atlántica, el magdalena medio y los llanos orientales pueden ser desplazados y sus tierras negociadas como lo ofrece Fedegán para redistribuir tierra. Pero siempre y cuando esas tierras sean corregidas en sus suelos por su alta acidez o pobreza de nutrientes.

Muchas de ellas están en pasturas porque no sostienen un cultivo de pancoger o de largo plazo en frutales.

Me tranquiliza escucharle a la ministra la necesidad de asistencia técnica para mejorar suelos y rescatar otros sobrexplotados. Distritos de riego como el Rut entre Roldanillo, La Unión y Toro, en el Valle del Cauca, deben replicarse.

Los años que tengo y mi cercanía desde niño con el campo me han permitido conocer muchas experiencias agrícolas fallidas y exitosas en el mundo y en nuestro terruño. No me cabe la menor duda que producir alimentos, materias primas como el algodón y otros insumos de primera necesidad siempre será mejor para garantizar nuestra seguridad alimentaria como especie.

Para alcanzar este cometido, además de la presencia estatal, se necesita comprender que hoy la tierra produce margen para el que la trabaja. Promover la creación de cooperativas agrarias para acceder a maquinaria compartida e insumos es indispensable.

Transformar el producto generando valor a la cadena productiva es útil, sobre todo cuando cultivamos productos perecederos.

Con la experiencia que tiene Cecilia López, ministra de Agricultura, y los gremios vinculados al campo debemos los colombianos emular las ofertas exitosas del planeta. La población hoy más que nunca quiere rescatar su naturaleza, hacerla racionalmente productiva y sostenible. ¡Volver al campo es cada vez más atractivo pues la selva urbana marchita la vida con su disputa diaria y su zozobra!

Creo que esta apuesta consensuada puede salirnos bien. ¡Buenos vientos para este Pacto!