Editorial: Habib Merheg Marún

Colombia es un país de contrastes sencillamente increíbles, mientras tenemos a grandes figuras del ciclismo mundial como Nairo Quintana, Rigoberto Duran, Supermán López, Egan Bernal, Esteban Chávez, entre otro centenar de ciclistas que día a día, se rompen el lomo entrenando al máximo para llegar a los mercados internacionales, mientras todo eso pasa, en nuestra amada y alborotada Colombia, nuestros ciclistas son arrollados en las vías en donde entrenan porque los conductores, esos mismos que se emocionan con la victoria de Egan Bernal en el tour de Francia, no tienen consideración con aquellos que madrugan y salen a las rutas a entrenar diariamente.

Por qué el éxito de los ciclistas colombianos

¿Qué nos está pasando?

La accidentalidad en ciclistas ha aumentado año tras año, en especial con aquellos que lo hacen de manera semi profesional buscando alcanzar un equipo internacional que los patrocine. No tiene lógica alguna que en un país de super ciclistas, el ciudadano que conduce su auto o el bus de transporte público o el camión con destinos nacionales, no sea consciente que estas promesas deportivas requieren de su espacio para lograr sus prácticas y llegar a triunfar en la vida.

Danna Velentina Méndez, una chica de apenas 15 años, nacida en El Pital, consiguió convencer a sus padres para mudarse a Chiquinquira, Boyacá, para poder practicar su deporte favorito. Una niña en plena flor de su vida, inspirada en las primeras competencias en donde había logrado sus primeros triunfos, una soñadora perseverante que buscaba mejorar cada día, se ve frustrada por la imprudencia de un conductor de camión, que muy a pesar de las indicaciones de Danna, que en ese justo momento le hacía señales al conductor para que no adelantara y este, sin tan siquiera prestar atención, se abalanzó frontal contra ella y le robo sus sueños, sus ganas de triunfo.

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Como padre que soy, no logro imaginar como puede sentirse el padre de Danna, no imagino el dolor de su madre y hermanos, no hay palabras que puedan alejar el dolor en sus corazones, no hay explicación alguna que genere balance en la curva del destino que nos roba 15 años de recuerdos, de ilusiones, de metas trazadas y logros adquiridos, nada nos devuelve lo vivido.

Culpar es más fácil, pero tampoco nos devuelve a Danna, solo genera odio y rencor; perdonar es el único camino que nos lleva a la paz, pero más que perdonar (porque cada quien carga con su culpa y no quiero imaginar la carga tan grande que puede llevar ese conductor a cuestas), es necesario educar a los conductores, recordarles que somos un país con héroes ciclistas y cuando hablo de héroes, me refiero a jóvenes que por motivación propia, sin patrocinios o padrinos que los apoyen, se toman su agua de panela en las mañanas y salen a pedalear con una meta firma en su pensamiento: Crecer como deportistas y llegar un día a un equipo ganador.

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Si los ves en la calle, de día o de noche, recuerda que todos somos parte de este ecosistema roto llamado Colombia y que mejorar depende de nuestra actitud para con los demás.

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Danna pudo haber sido la nueva figura del ciclismo femenino, la madre de unos hijos deportistas, la abogada o madre de familia de un hogar a la que le arrebataron sus sueños por la imprudencia de alguien que tuvo la fortuna de entender que la vida es frágil y que los más indefensos en las vías son los ciclistas.

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Aprendamos del dolor de quienes ven partir a Danna y la sienten su hija, su hermana, su amiga y su compañera de ruta.

Que en Paz descanses Alma de Dios.

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