OPINIÓN: KICO BECERRA

Una de las muchas cosas que pasan cuando uno lleva muchos años de casado, es la falta de pudor porque las esposas quieren que, uno se deje hacer de ellas en público cosas que en antaño, se hacían en la intimidad.

Aunque sé de antemano que, voy a ser motivo de escarnio por contar esto abiertamente, yo me he dejado hacer de mi mujer una cosa que normalmente los hombres se la hacen fuera de casa y por manos expertas: Yo me dejo motilar u peluquiar que llaman, de ella.

En honor a la verdad he sabido que después de la pandemia, a muchas esposas y novias les dio por meterle la mano al pelo de sus compañeros. Por eso anda mucho viejito trasquilado por la calle; se les nota a leguas. Habiendo un estilista excelente, Gonzalo Echeverry, listo para meterle la mano profesional a la cabeza de cuanto varón quiera.

Este acto púdico siempre me lo dejaba hacer en privado, hasta que, la bien casada empezó a hacer gala de sus dotes de peluquera, alabando orgullosamente la buena mano que tiene para el cabello: Me quedé calvo.

Lo grave es que, ahora, cada vez que hay visita en casa y ve alguno de los 4 pelos que me quedan medio largos, saca las tijeras para valonarme; sin vergüenza alguna me expone en público y empieza a cortar mi escasa cabellera.

Ya eso es suficientemente penoso, pero, se agrava cuando el público empieza a opinar: «Le quedó más larga la izquierda» (hablando de las patillas); «tiene un chuto atrás»; «ya no tiene pelo para polca»; «mochale el que le quedó adelante» (hablando de un pelito en la frente).

He tenido barba casi desde que nací y, por supuesto, las maritales tijeras también van a mi cara. Para los imberbes y algunas damas, les cuento que, los pelos del bigote crecen más rápido que los de la cabeza. Digo algunas damas, porque tuve una tía que tenía severo bozo negro y, en el Congreso, hay una senadora del Pacto que también usa bozo.

Por lo anterior, debo recortar el bigote más veces, por eso, mi abnegada compañera anda ahora con las tijeras en el bolsillo, para recortarlo cada vez que queda untado de leche o de helado. Saca esa tijera en los centros comerciales y restaurantes con toda naturalidad; por eso, amo las máquinas detectoras de metales de los aeropuertos, donde se las incautan; debería haber en las entradas de los restaurantes para evitarme vergüenzas.

La vejez no llega sola: Trae tijeras en la cartera de la esposa.

Ñapa: ¿Conocen a alguien que empuje más que un tonto en una procesión de semana santa?