Habib Merheg Marún

La cultura, las costumbres, la herencia o como se quiera llamar, nos ponen en estas épocas en un estado de pausa, de adormecimiento, como esperando que el año nuevo decida empezar. Más en Colombia donde por obra y gracia de los festivos, nos tocan en enero dos puentes seguidos que tienden a ralentizar aún más las actividades.

Grave error.

Porque, objetivamente, estas “vacaciones colectivas ciudadanas” son, aparte de largas, mal aprovechadas. Largas porque la cosa empieza a ambientarse por allá desde principios de noviembre y termina a mediados de enero. Que fueran vacaciones como tal pues no habría lío, aunque no me explico cómo podrían pagarse. Pero esos días son una temporada en que, supuestamente, se trabaja a ritmo normal, pero la realidad es que todos estamos en mayor o menor medida en “modo Navidad”.

Y mal aprovechadas, porque al no ser vacaciones propiamente dichas, no hay plan para disfrutarlas, sino que todo tiende a relajarse, a postergarse (“el año entrante haré tal cosa…”), aparecen las “jornadas continuas” y la regla se convierte en excepción: son pocos los que trabajan al ritmo de siempre.

La Navidad es una fiesta maravillosa. Aún con toda la carga de materialismo que se le ha impuesto, la celebración del nacimiento de Cristo sigue siendo una fiesta espiritual valiosa para la mayoría.

Y el Año Nuevo es una ocasión para renovarse, para planear, para revisar metas. Ambas son fiestas que merecen el ambiente animado y optimista que florece por todas partes.

Las reuniones familiares, los desplazamientos internos y al exterior, los regalos, mueven la economía y el comercio encuentra en estos días una época irrepetible de la cual depende que ganen o pierdan el año.

Pero, insisto, exageramos tanto en tiempo como en el tipo de celebración. En tiempo pues, como dije, desde noviembre las emisoras radiales empiezan a inducirnos en “modo Navidad” y la celebración la tenemos muy cargada de alcohol, de pólvora y de ruido. El comercio, por su parte, se encarga de anular el mes de noviembre y terminado octubre, todo queda vestido de árboles navideños, adornos y luces.

Eso suma más de 45 días de asueto. Es demasiado por lo que acabo de decir. 15 o 20 serían suficientes para cumplir los objetivos de celebraciones, cenas diferentes, reencuentros familiares, regalos y buenos deseos.

Igual, ya casi retomamos la “normalidad” y estaremos, todos, en modo trabajo. Los invito a que la demos toda este 2024.

Habib Merheg Marún