Las declaraciones de Aída Merlano, a pesar de lo fuerte que pueden parecer, siguen siendo sólo la versión de una entrevista carente de pruebas que demuestren la veracidad de los hechos. En su condición de prófuga de la justicia, el agravante es aún mayor y sin un sustento legal, todo lo que ha dicho quedará en el recuerdo de una historia de venganza de una mujer herida y rechazada por sus conductas sociales y sentimentales.

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El tema central de la entrevista, estaba ligado a la compra de votos en la costa Atlántica, votos que fueron usados para la elección de Iván Duque y la del ex presidente Santos por parte de Odebrecht.

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Asumiendo que todo lo que dice con respecto a la compra de votos es cierto, asumiendo también que podría presentar las pruebas que corresponden y que estas involucran la compra de votos, el proceso debería realizarse en Colombia y eso implica muchas cosas, por ejemplo que ella se entregue a la justicia, aceptando que su fuga, así asegure que fue planeada por la Casa Char, es una clara violación a la legalidad y por ello, tendría un incremento en su condena.

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Las declaraciones de Merlano, que aseguran que Duque gana las elecciones por compra de votos, abre una ventana, muy pequeña, para que Petro, convencido de esa realidad, exija a la justicia colombiana, la destitución del presidente.

¿Saben lo que eso significaría para el país?
Una revuelta social que se vería reflejada
en las calles con disturbios y masacres por
parte de Uribistas y Petristas.

La Corte Suprema de Justicia no se tomaría ese riesgo, los partidos políticos del país ejercerían toda su presión para evitar una tragedia de esa magnitud en Colombia.

Independiente de la verdad las consecuencias de aceptarla, podrían desangrar a este país y dejar huella en la historia y eso, jamás lo permitiría la Suprema Corte.

Somos un país cómodo, que no está dispuesto a ir a un confrontamiento civil por una compra de votos, en especial cuando el partido que respalda a la presidencia, tiene ese poder inmaculado de convencer a la población, que sólo de trata de una conspiración contra el poder legítimo, haciendo ver a Petro como el artífice de una guerra civil, propia de un revolucionario de izquierda.

Petro no puede jugar a eso, el riesgo es muy alto y las consecuencias devastadoras para una sociedad que ya tiene bastante de corrupción y tragedia, como para afrontar una guerra civil.

Nos toca aceptar las cosas como son, así duela, así nos deje con un sinsabor espantoso y deje huella en la historia de la corrupción de nuestra amada nación.

La pregunta que nos invade ahora es:

¿A pesar de todo lo malo que ocurre
en Colombia, estamos dispuestos a
mantener la corrupción por encima
de los intereses del pueblo colombiano?

Saquen sus conclusiones.

Director: Habib Merheg Marún