Rigoberto Urán es medallista olímpico, subcampeón del Tour de France, dos veces subcampeón del Giro de Italia, ganador de etapas en cada una de las tres grandes competencias ciclísticas del mundo y empresario de una exitosa cadena de almacenes dedicados a comercializar productos deportivos.

Ayer se quedó con una de las etapas de la Vuelta a España y volvió a aparecer en todas las cadenas dando su opinión con su estilo particular, descomplicado, dicharachero y repleto de las llamadas “groserías” que a muchos aterran porque seguramente ignoran de dónde viene el ciclista.

Rigo es de Urrao, Antioquia y se ha movido siempre entre personas del común, aquellas que cada tres palabras se echan su hijueputazo y sazonan lo que dicen con un “jueputa”, un “marica” o un “malparido” que les salen como palabras más dentro de una jerga que al ser usada por muchos, no es extraña entre ellos.

Y no, Rigo no es grosero. Rigo usas palabras soeces, pero les quita toda la intención que como insulto tienen. Es un colombiano del común que no se transforma al ver una cámara, que no se convierte al tener un micrófono al frente, que no siente que debe dejar de ser el que siempre ha sido simplemente porque está frente a un periodista. Es un deportista que se convierte en estrella ante las cámaras y los micrófonos, una estrella auténtica.

Si se le pudiera preguntar a Rigo por qué dice tantas groserías, a lo mejor respondería como le respondió, en vivo, a un reportero de televisión que le preguntó por algo de lo que no tenía ni idea: “¡Yo que voy a saber, güevón…!”.

Habib Merheg Marún