Tenemos nuestra criolla versión de Romeo y Julieta, mucho más interesante y divertida que la obra original de Shakespeare.
El melodrama trágico del padre de las letras inglesas se desarrolla por un amor prohibido de una pareja, que debió casarse al escondido, por pertenecer a dos familias rivales. El final triste del suicidio de los amantes, para poder estar juntos por siempre, hizo de este drama un gran triunfo de la literatura universal.
Ahora, nuestra patria presenta la versión tropical de un gran amor prohibido, entre una pareja de dos clanes rivales que, suponía la imposibilidad de la realización de su idílica relación.
Catalina y Jorge se conocieron en un bar y los flechó Cupido; amor instantáneo. La cosa se complicó cuando Cata supo, por boca del mismo Jorge, que él era hijo de un guerrillero que había sido enemigo a muerte del padrino y mentor de la rubia Catalina.
Amor imposible, prohibido por la sociedad y la divinidad; era inviable que la hermosa doncella, periodista de confianza del jefe del más poderoso clan político colombiano, se uniera al hijo de Jorge Briceño, alias el Mono Jojoy.
Ni el amor podría superar los odios ancestrales producidos por la eterna violencia de la patria.
Ni García Márquez hubiese podido escribir un drama macondiano de semejante peligro. ¿Sería necesario el suicidio de la pareja, para unir a los adversarios, como sucedió en el cuento de Shakespeare?
La intervención directa de San Antonio, quien se presentó en carne y hueso ante el todopoderoso Álvaro Uribe, hizo que concediera a su protegida el permiso para enlazarse matrimonialmente con Jojoycito, siempre y cuando jurara no volverse mamerta.
Por otro lado, hubo un cónclave de los Comunes (ex-FARC) y después de horas de autocrítica y un exorcismo hecho por varios chamanes, se le permitió a Jojoycito casarse con la entenada de Alvaraco, con el juramento de que no se volviera paraco.
Finalmente, en Cartagena, se consumó el idilio. Cata y Jorge se comprometieron, con los previos avales de Farianos y Uribistas todos presuponiendo que van a durar poco, pero, la pareja de armas tomar confía en el milagro del amor.
Colorín, Colorado, este par ya van a estar casados.
Ñapa: Jorge y Catalina, para evitar que Duque haga trizas este producto del acuerdo de paz, se casaron en Bogotá, aprovechando que el presi está en Dubái, con su corte de 132 personas.