Habib Merheg Marún

El presidente Gustavo Petro anunció esta semana que el gobierno importará fertilizantes y los subsidiará como una medida para enfrentar los altos costos que ese insumo ha tenido este año. Por lo menos, dice el presidente, mientras se resuelve el tema de la empresa Monómeros que el gobierno anterior dejó despedazada luego de entregarla al “gobierno” de Guaidó.

Nadie que tenga una mata de cualquier tipo podrá estar en contra de tal anuncio pues con incrementos superiores al 40% este año, aplicar las dosis necesarias de fertilizantes ha sido imposible para casi todos, lo que conlleva a menores cosechas y, por ende, a mayores precios en los productos finales que en su mayoría conforman parte importante del componente alimentos en la canasta familiar, víctima preferida de la inflación.

Pero las dudas saltan cuando se trata de aplicar la medida: qué fertilizantes, a quiénes se les entregará, qué propiedades por tamaño de finca serán cubiertas, cuál es el canal de distribución, cómo se identificará cada beneficiario, por cuánto tiempo, a cambio de qué, son preguntas que con la carencia de datos que sobre casi todo existe en el país, no tienen respuesta que permitan vaticinar una operación exitosa.

En ese sentido vale la pena revisar el esquema de los cafeteros que acaban de celebrar sus Elecciones Cafeteras en las cuales todos los productores cedulados pudieron votar por sus representantes a los comités municipales y departamentales además de los delegados al Congreso Nacional Cafetero.

La Federación tiene una fortaleza institucional que le permite organizar elecciones en 580 municipios de 20 departamentos en Colombia. Además, tiene identificados a los productores grandes, medianos y pequeños, les entrega un documento de identidad único, les presta asistencia técnica y es quizá la única entidad que se preocupa por saber qué áreas están sembradas y en qué condiciones. Es decir, tiene la información y el que “tiene la información, tiene el poder”.

Todo eso falta en la mayoría de los otros renglones de la agroindustria. Y sin esos datos es imposible emprender cualquier proyecto que realmente busque beneficios a largo plazo. Por ejemplo, los vaivenes de los precios que hoy pueden estar altísimos, pero en tres o cuatro días se van al suelo, tienen una explicación: en Colombia se cultiva “al ojo”, sin calcular oferta y demanda y por eso las plazas un día se atiborran de un producto lo que hace que su precio se desplome y al otro escasea y se encarece de manera inalcanzable. Sobre todo en lo que producen pequeños y medianos agricultores.

Para tomar decisiones se necesita información y conocimiento sobre qué hacer con los datos. En Colombia cuando no falta uno, falta el otro. Y así, navegamos sin norte y hacia cualquier puerto.

Habib Merheg Marún