Si yo fuera Duque no le pararía bolas a quienes aconsejan que romper las distancias entre el gobernante y sus gobernados supone una perdida de autoridad. Nada más absurdo en el mundo de hoy cuando este de verdad se volvió un pañuelo. Cuando los temores reverenciales desaparecieron, y nadie se come el cuento que para hablar con Dios se necesita intermediarios o protocolos.

La autoridad no se consigue por medio de la fuerza física sino por la fuerza de la razón y de las convicciones. Por ello, cada vez menos, los seres humanos aceptamos el maltrato, la mentira piadosa o lo hace mija pq yo le digo.

En la relación de padres a hijos se educa con el ejemplo y no a punta de correazos. Y cuando un hijo está en dificultades no me puedo indignar esperando que abandone la drogadicción para hablar con con él y mostrarle otras opciones de vida. Vivir bajo las reglas es lo correcto y aconsejable, pero cuando el cuerpo social se altera es síntoma de que algo anda mal. Y al igual que hace un médico con un paciente, conocer la causa de la enfermedad es imperativo para curarse.

A Duque le ha fallado el equipo para afrontar el problema planteado por los indígenas. Si esa mediación no funciona, debe hacer lo que hacen los buenos gerentes: Gastan más suela que calzoncillos. Recorren su planta y se acercan al problema para conocerlo de primera mano y resolverlo. Y eso no disminuye la autoridad del lider, sino al revés, crece la admiración y el afecto por él.